Reflexiones
Dr. Bulmaro Guerrero Cárdenas
Los normalistas y rechazados
El gobierno antipopular y proimperialista de Peña Nieto, sicario de Trump, con el firme apoyo de gobernadores vende patrias como Aureoles Conejo, están empeñados en destruir los fundamentos nacionalistas de México, al que consideran un pueblo castrado, sin historia.
Más o menos, esa es la ideología de la Estrategia para el Fortalecimiento de las Normales elaborada por la Secretaría de Educación Pública, con la que las autoridades en su miopía ideológica creen firmemente que se avanza en hacer de la formación inicial de docentes un mecanismo para generar técnicos de la enseñanza con habilidades de planificación y secuenciación pedagógica.
Es una estrategia perfectamente bien planeada, para mal, y acorde con la implementación de la reforma educativa, que busca la formación de un nuevo mexicano, un esclavo asalariado enajenados al imperio del mundo financiero, comercial e industrial: individualista, competitivo y flexible.
Con singular tino, como deben, catedráticos de la Benemérita Escuela Normal de Maestros, de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen y de la Universidad Pedagógica Nacional coinciden en que con esta estrategia se impulsa un proyecto tecnocrático y neoliberal en la educación, que nada tiene que ver con las aspiraciones humanistas y de transformación de la realidad que dieron origen a las normales, desde Vasconcelos y Cárdenas hasta ahora.
No se ha dado a conocer un documento oficial que sustente los planteamientos pedagógicos, didácticos, académicos y presupuestales de esta nueva estrategia elaborada por algunos gobernadores analfabetas funcionales como Aureoles.
En los seis ejes generales, los que escuetamente ha dado a conocer la SEP para establecer el nuevo currículo en las normales, se pretende fomentar la formación de técnicos de la educación, simples profesores sin filosofía ni criterio, autómatas sin alma ni espíritu.
Como el gobierno carece del necesario humanismo, su discurso es vacío, lo cual sobresale por la carencia tanto en el énfasis del conocimiento profundo de las disciplinas que impartirán los docentes, como en la educación indígena e intercultural, la enseñanza del inglés y la vinculación con universidades y centros de investigación. En suma, los planteamientos oficiales no responden a las necesidades educativas, históricas y culturales que dieron origen a las escuelas normales.
Esa estrategia es parte de la reconfiguración del sistema educativo nacional, un proceso que va más allá de este sexenio y que seguramente continuará si las fuerzas progresistas no logran abrir un verdadero debate sobre la educación que necesita impulsar en México y el maestro que se requiere formar desde una visión totalmente distinta.
Desde antes de la década de los 80 del siglo pasado, ha habido un proyecto asociado a una propuesta que permita que el alumno haga frente a los cambios sociales, históricos, e incluso climáticos, desde una perspectiva crítica, no tecnocrática, como se pretende actualmente.
El mal gobierno busca imponer una mirada homogenizante sobre las normales, sin importar si son urbanas, rurales, indígenas o interculturales. Todas van con el mismo patrón, el cual, como es obvio, no se adapta a las realidades distintas que enfrenta el normalismo.
La SEP tiene un discurso esquizofrénico con respecto a las normales, porque primero no importaban, luego se dijo que había que convertirlas en escuelas de turismo e inglés, pero ahora resulta que son el corazón de la reforma educativa. También desde la psiquiatría, podría ser un discurso depresivo bipolar profundo. En términos populares, la abuela de la real academia diría que se hacen pendejos solos.
Sencillamente, con la modificación a planes y programas de estudio de la educación normal se profundizará el perfil de un horripilante técnico de la enseñanza.
Las escuelas normales tienen una larga trayectoria en la historia de la educación mexicana. Se fundaron como instituciones que formaban a los docentes en las primeras etapas del desarrollo de nuestro país. Desde sus orígenes estuvieron impulsadas por ideales liberales, y arroparon una consigna relevante: impulsar el desarrollo de la sociedad.
Han sobrevivido más de un siglo en la conformación de nuestro país. Se convirtieron en sembradoras de ideales y de proyectos que impulsaron mejoras en los contextos sociales donde laboraron sus egresados.
Ser profesor es un oficio de alto reconocimiento social. Los profesores normalistas han sido pieza clave de la configuración social y económica del ámbito urbano y del rural.
Las escuelas normales surgieron en la recta final del siglo XIX, y posteriormente se incorporaron a la política pos revolucionaria. Cuando la educación se volvió un derecho social prescrito por el artículo tercero constitucional, las normales se convirtieron en el principal eslabón para aterrizar las aspiraciones de la nueva política educativa, tanto para la formación de docentes, como para la expansión de la educación básica.
Cuando el analfabetismo era la condición mayoritaria de la sociedad mexicana, el normalismo impulsó la habilitación de la sociedad por medio del trabajo de enseñanza.
La función de los profesores normalistas ha sido la base de todas las profesiones que se forjaron en el siglo XX. Por décadas, la población ha incrementado sus niveles de escolaridad en forma sostenida. En mal pago, las normales han sido seriamente desatendidas y relegadas, rezagadas de las nuevas generaciones de desalmadas políticas educativas. Hoy por hoy, el espíritu de la UNAM no habla por nuestra raza de bronce.
Con los gobiernos clasistas de los poderes fácticos, a los jóvenes no les va nada bien. Tanto a los normalistas como a los aspirantes universitarios se les rechaza o se les condena a estudiar para simples técnicos de la enseñanza. Como se sabe, desde hace más de 20 años, para cientos de miles, la mayoría, no hay cupo en las universidades, y a las normales rurales se les pretende extinguir o desaparecer. Nos faltan 43.