Tratado de Libre Comercio
La decisión del gobierno de Estados Unidos de renegociar con México el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha puesto a temblar a la oligarquía mexicana beneficiaria de ese perjudicial, para la mayoría, pacto comercial. Y Aureoles, feo aspirante a Presidente, nada dice.
Sin duda, después de la firma de tratado en 1994, la transformación de la economía estadounidense y global ha sido espectacular, tanto que ahora es obligatorio revisar con lupa todos los tratados comerciales anteriores, en todo el mundo.
La región económica de EU forma parte de un sistema globalizado de producción y finanzas. Las élites políticas y económicas estadunidenses no podrían sacar a Estados Unidos de la vasta red de cadenas de subcontratación y outsourcing que caracteriza la economía global.
Trump y los multimillonarios que conforman su gabinete son parte de la clase capitalista trasnacional. El imperio empresarial de Trump que se extiende en el mundo entero incluye fábricas en México que se aprovechan de la mano de obra barata para exportar a EU gracias a las enormes ventajas que les ofrece el TLCAN.
Cuando fue negociado el TLCAN las compañías más grandes en EU eran la automotriz, la de electrodomésticos y la de máquinas-herramientas. Al momento que el TLCAN entró en vigencia, la Organización Mundial de Comercio (OMC) aun no existía, pocas personas utilizaban Internet, las computadoras apenas entraban en uso generalizado y no existía la economía digital.
Las negociaciones del libre comercio tuvieron en aquel entonces como objetivo principal el establecimiento de un sistema globalizado de producción por medio del levantamiento de las barreras nacionales al movimiento transfronterizo de los bienes. Entonces también surgieron la OMC, en 1995, y, entre 1995 y 2016, se firmaron más de 400 convenios comerciales internacionales.
Desde que el TLCAN y la OMC entraron en vigencia, la economía global ha seguido su vertiginoso proceso de desarrollo y transformación. En particular, se ha desarrollado la trasnacionalización de los servicios y emergió la llamada economía digital y de datos (comunicaciones, informática, tecnología de plataforma y digital, el comercio electrónico, los servicios financieros).
El crecimiento mundial del comercio en servicios ha superado por mucho el de los bienes en el último cuarto de siglo. En 2017, los servicios representaban aproximadamente 70 por ciento del producto mundial bruto.
Estados Unidos lidera el camino en el desarrollo de la economía digital, y los servicios representan el renglón de exportaciones que mas rápidamente crece. Registra, además, un superávit de 250 mil millones de dólares en la venta de servicios. En 2016, tuvo un déficit comercial con México de 64 mi millones de dólares en concepto de bienes, pero obtuvo un superávit de casi 7 mil millones de dólares en el comercio de servicios.
México también ha logrado rápidamente una buena transición hacia la economía digital. El valor de los servicios de la informática en 2016 ascendió a 20 mil millones de dólares y se espera que éste se vaya incrementando año por año en 15 por ciento. Los empresarios mexicanos de la alta tecnología se vanaglorian del surgimiento de los valles de silicio en la Ciudad de México y en Guadalajara, las dos metrópolis más grandes del país.
Para los gringos, es necesario actualizar el TLCAN, ya que no incluye disposiciones relacionadas con el comercio digital. Además, no contiene estipulaciones en cuanto a las empresas estatales y el sector energético mexicano, ni tampoco obliga a México a reformar su código laboral.
Aunque el gobierno de Enrique Peña Nieto ha permitido la participación de las compañías energéticas extranjeras en la exploración y la producción por primera vez desde que el país nacionalizó el petróleo en 1938, el sector energético en su mayor parte aún sigue siendo nacional y público, lo cual no es agradable para el imperialismo gringo.
Trump tiene especial interés en el ámbito laboral, que amerita un capítulo especial, esencial. Nuestros sucesivos gobiernos neoliberales, tan insensibles como ineficientes, por corruptos, no han querido avanzar en una reforma laboral favorable a los trabajadores, pero tampoco muy adecuada para los intereses gringos.
El representante estadunidense de comercio, Robert Lighthizer, ha sido muy claro al marcar su posición nacionalista; actitud que el gobierno mexicano, para desgracia nuestra, no ha mostrado. Tenemos un gobierno lacayo, supeditado a los más deplorables deseos imperiales.
Para los gringos, el objetivo de la renegociación es “modernizar” y “actualizar” el acuerdo. En los últimos 25 años “han cambiado considerablemente nuestra economía y nuestros negocios, piensan, “pero el TLCAN no ha cambiado”. Son necesarias, exigen, nuevas disposiciones relacionadas con el comercio digital y la propiedad intelectual.
Nada de esto ve el gobernador de Michoacán, que tiene mucho cuidado en seguir de palero del PRI. El tiene un discurso simplón, que no ofende a Peña Nieto, el peor presidente de Mexico en 77 años. Aureoles dice, por ejemplo, el reto mayor que enfrentamos como nación es abandonar para siempre el México bronco y que todos busquemos construir el México justo.
Aureoles no reclama el hecho de que nada se nos dice en relación a las negociaciones del TLCAN; no le molesta que mientras los gringos sí saben hacia donde van, nosotros no somos informados por Peña Nieto de lo que presentará Mexico en la mesa de negociaciones. Se entiende, él no es oposición.