En el entendido de que, quien no es dueño de la verdad, no es de la historia y en este caso, lo que se conoce de Juan Colorado, pudiera ser un mito o una leyenda, y sin tratar de perjudicar a nadie que en su momento diga cualquier cosa de Juan Colorado, permítanme decirles lo siguiente: Se dice en el filo norte de la meseta P’urhépecha en la región de Patamban Tarecuato y Tangamandapio donde existe un rancho llamado el Sauce y otro llamado los lobos, ranchos que parecen gemelos, pues están a unos cuantos pasos uno del otro y en esos ranchos siempre han existido pelirrojos, gente guera y pecosa sin llegar a ser o parecer menonitas también en otro rancho llamado Paramucu ahora Dámaso cárdenas existen estos canijos gueros pelirrojos, pero cosa extraña no son de ojos de color claro, todos los tienen negros o acaso cafés, algunos de estos pelirrojos estudiaban en el colegio de monjas de Patamban,era un internado, eran malditos los canijos, rijosos y mal encarados a uno de ellos le decían El Tofico pues tenía el pelo café, parecido al caramelo chicloso con leche de aquella época, deliciosos los tofiquitos esos.
Y uno de esos habitantes se llamaba Juan Anguiano y le decían Juan Colorado ,era un chico que creció huérfano entre estos dos ranchos se ocupaba de cuidar vacas o borregas para poder sobrevivir y que conforme fue creciendo, diversifico sus tareas dedicándose a las labores del campo y que ya más joven salió buenísimo para la jineteada, comenzó a ganar dinero haciendo apuestas en las fiestas patronales de los pueblos aledaños donde se dio a conocer también como domador de potros enteros y lo llamaban para domar caballos en la región y fue haciéndose cada día más famoso hasta llegar su fama, hasta por allá por tierra caliente, por allá por Apatzingan y por ende él se desaparecía por temporadas y solo aparecía en Patamban en la fiesta de cristo rey donde había jaripeo y el siempre montaba al toro más famoso y peligroso del rumbo, el toro que nadie quería montar ya fuera por la estampa del toro, o por la fama que le precediera.
Una ocasión regreso de por allá de Apatzingán con un caballazo alazán que él llamaba el huracán con una montura de súper lujo que como dice el corrido era de cuero plata y marfil, causaba envidia el cuaco dejaba a las damas y a los mirones con la boca abierta y él decía que a ese potro nadie lo había podido domar y que el dueño, un hacendado de por allá de Apatzingan le hizo un trato.
Si el, Juan podía domar ese caballo que nadie había podido hacerlo, el hacendado se lo cambiaba por el caballo que Juan montaba en esos días, un retinto de poca monta y además le regalaría esa silla de montar que el patrón guardaba celosamente en su estudio. Pues Juan dijo que lo domo, con unas zanahorias y unos terroncitos de azúcar se ganó la confianza del cuaco y con cariño, buenos tratos y paciencia pudo domarlo y lo presumía por toda la región de la meseta y el valle de Zamora llegando su fama hasta Jalisco y Guanajuato donde era requerido para domar potros, bueno su fama llego hasta Aguas Calientes donde en una jugada perdió potro y montura y nunca más se supo de Juan Anguiano o Juan colorado, porque por otro lado él era pelirrojo y eternamente usaba un paño rojo de los llamados paliacates anudado en su cuello y cuando requería secarse el sudor o sonarse los mocos también usaba el mismo paño rojo del que nunca se desprendía, en alguna ocasión después de montar un toro bravísimo que había tumbado a cuatro jinetes el logro quedársele encima y una muchacha le aventó un beso y como Juan se sonrojara no atinaba a hacer nada, tanto que la muchacha le pidió su pañuelo para grabar su nombre y el se desanudo el dicho paño y se lo dio a la muchacha, pero luego se fue a su cuaco y se amarro en el cuello otro paño igualito.
También era adicto a la jugada eternamente traía barajas españolas en su bolsa y alforjas del cuaco su juego favorito era el conquian y el albur.
Otra anécdota o chisme de los que se dan en los pueblos contaba que en un rancho purépecha llamado el tenhuecho en una ocasión allá por los años cuarenta del siglo 20 en un tendejón donde expendían pulque, cerveza y aguardiente, unos locales acusaban a Juan Anguiano de ratero y se hicieron de palabras retándose a duelo a machetazos y borrachos como estaban ambos, agarraron sus machetes y en la mano izquierda hicieron una bola de sus gabanes para defenderse, ganando el pleito Juan pero quedando mal herido, fue rematado a machetazos por los amigos o parientes del contrincante, pues Juan en esa ocasión andaba solo, para ese entonces del famoso huracán ya ni sus luces.
De los muchos trucos que el famoso huracán hacia era responder al llamado con un silbido de Juan, el cuaco si no estaba amarrado iba a donde su amo, si estaba amarrado respondía a su amo relinchando, podía torear a los toros en el corral, toros que Juan provocaba con un capote, era bailador el cuaco, podía hacer círculos hacia la derecha o la izquierda sobre cada una de sus cuatro patas, parado de manos con las patas delanteras al aire podía caminar o dar brincos hacia delante y con el jinete encima, por eso se hizo todavía más famoso en la región y si, si era borracho, el tal Juan tomaba charanda a pico de botella
Por otro lado también debo mencionarlo, corría por la región, otra fama de que él, en realidad era apostador y abigeo, es decir roba vacas y cuando se desaparecía por temporadas era que lo andaba buscando la justicia y por ahí por Patamban como al mes de la fiesta cuando Juan presumió al alazán, paso a buscarlo un hacendado de Apatzingán con otros tres jinetes en magnificas monturas, tanto de cuaco como implementos, el hacendado se apalabro con el jefe de tenencia un tal Antonio Ruiz G. y con los riquillos del pueblo, esa noche ahí pernocto el hacendado pasando la noche en la jugada de baraja con el cacique y sus tres jinetes y al otro día agarraron camino o vereda mejor dicho, hacia el Zauce y nunca más en Patamban se supo nada ni de Juan colorado ni del hacendado y mucho menos del famoso huracán que así se llamaba el famoso cuaco