Morelia, Michoacán, a 22 de abril de 2021.- A fin de crear un sentimiento de unidad nacional y promover los valores del Estado moderno, José Vasconcelos, siendo secretario de Educación Pública (de 1920 a 1924) impulsó tanto la educación pública nacional como el desarrollo de un programa de arte público para construir y reforzar la identidad y la memoria colectiva.
La labor de Vasconcelos, en el ámbito del arte, se destacó no sólo por el apoyo a diversos artistas de renombre, sino también por el fomento a la pintura mural mexicana a través de contratos con pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Roberto Montenegro. De este tiempo datan grandes obras murales que hasta la fecha dan mayor majestuosidad a algunos edificios públicos.
Michoacán no quedó fuera de este movimiento, los murales, al igual que en otras partes del país, fueron realizados en diversos edificios públicos tanto por artistas nacionales como extranjeros, desarrollándose la producción artística en un periodo que abarca principalmente desde los años 30, hasta llegar a la década de los 60; desde entonces, la producción artística ha ido creciendo en la entidad.
El Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación es una muestra de ello, pues dentro de su patrimonio se cuenta no sólo plástica mural, sino una colección de obras de caballete que trascendieron las finalidades meramente contemplativas, ya que pasaron a formar parte del espíritu del IMCED, por su gran contribución al fomento de la cultura.
Los nombres de los autores de estas obras hablan por sí mismos de la calidad y significado de sus creaciones; entre ellos se cuenta a los pintores Ciro Artemio Constantino, Esteban Silva, Juana de Samayoa, Martín de la Torre Vega (Martorrev), Carlos de Patz, Vatche Geurdjellan y Francisco Busto D.
El profundo sentir de las obras se plasmó, en una primera etapa, al cumplir el IMCED diez años de ofrecer posgrados en Educación, bajo la administración del doctor José Reyes Rocha (1993-1997); la segunda al ser remodelado el Centro de Información y Documentación, con la obra de José Luis Soto siendo directores generales el doctor Rogelio Raya Morales, (2001-2005) y el maestro Juan José Chagolla Gaona (2005-2009) y la última en el área de aulas, bajo la dirección del doctor Javier Irepan Hacha (2015-2017), sumando en total doce murales con distintas técnicas.
La riqueza muralística del IMCED
Cada uno de los murales tiene su propia esencia y significado; el mural de Ciro Artemio Constantino se relaciona con la fuerte figura de José María Morelos y Pavón, cuyo nombre lleva con orgullo el IMCED, al ser un gran michoacano y haberse distinguido por ser un hombre sobresaliente en todos los ámbitos, sobre todo en el sentido humano.
Por lo que toca al mural de Esteban Silva, en él se observa en íntima fusión la naturaleza terrestre y acuática con la racionalidad emanada de la arquitectura, trazando una frontera con el entorno de muchas de las hermosas joyas urbanas coloniales de Michoacán y su característica cantera rosa.
La pintora Juana de Samayoa, a su vez, narra en imágenes la cultura purépecha con una de sus leyendas fundamentales: El nacimiento de Xaratanga, hija de Cuerauaperi la Madre Creadora, que como serpiente se funde y confunde con el lago Pátzcuaro y pueblos aledaños, para dar lugar a la cultura purhembe, ubicada en el centro tanto del territorio michoacano, como del occidente de la república mexicana.
Con Martín de la Torre (Martorrev), quien afirma que “una pintura mural es el testimonio visual de la comunicación permanente de una institución con la sociedad de todos los tiempos”, se tienen tres murales: México a propósito de los derechos humanos, Ecocidio despojando a la tierra y Liberación por la palabra.
El primero es un mural de 108 metros cuadrados donde se clama por el respeto a los derechos del hombre, sin importar su procedencia o nacionalidad, haciendo énfasis a su pertenencia al género humano.
El segundo, conocido como Ecocidio, despojando a la tierra, fue plasmado en una superficie de 32.50 metros cuadrados. La obra no es otra cosa que una llamada de atención hacia nosotros mismos, un grito que invita a despertar del sueño eterno del desinterés y la comodidad, porque ultrajar a la tierra, sólo conduce a cavar nuestra propia tumba.
El tercer mural fue bautizado como Liberación; al mirarlo, no se puede evitar la reflexión acerca del poder de la palabra, ya sea escrita u oral o incluso manifestada a través de cualquier arte. El mural está realizado en dos paneles de 16.02 y 34.71 metros cuadrados.
En el primero de ellos, se representa la educación purépecha, antes de la intromisión de la cultura europea: se puede ver la Huatapera, donde los hombres se hacen cargo de la educación de los niños, y las mujeres de las niñas y es reconocida a partir de los códices que testimonian la creación del universo: los hombres fueron de la piedra y las mujeres del maíz, por eso los hombres fueron fuertes y silenciosos, mientras que las mujeres son pródigas, fértiles y tiernas.
En el segundo panel, el autor buscó plasmar la llegada e imposición de la cultura occidental a través de la palabra del conquistador, sobre la cultura indígena. Aquí nada es convencional; el mundo, como la intimidad, se van haciendo como un juego; si la historia es el resultado del azar de las acciones humanas significadas por la razón intencionada de la actualidad y desde ella la acción creadora ubica al hombre en la dimensión de lo imaginario en tanto deseo y voluntad de realización.
En los pasillos del IMCED también nos encontramos con la obra titulada “Nacimiento de la cultura”, creación del artista plástico Vatche Geurdjellan, de origen libanés y quien radicó por muchos años en la década de los 90 del siglo pasado en la ciudad de Pátzcuaro, Michoacán.
Por lo que se refiere al trabajo de José Luis Soto, por la técnica empleada del mosaico, resulta en imágenes de gran colorido y belleza; la composición que nos ofrece en el edificio del centro de información y documentación, muestra pasajes históricos a través de sus personajes, no sólo a nivel nacional sino mundial, destacándose la figura de Morelos, al centro, como el guía hacia el mejor camino.
Los pasillos y arquitectura del IMCED, sin duda alguna, han sido los lienzos adecuados para relatar la historia, no sólo de la educación, sino del devenir social de una gran cultura: la michoacana.