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21 noviembre, 2024
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MI COMODÍN 

2024: FUTURA  TORMENTA

Etelberto Cruz Loeza.

                Pasado el montaje del domingo 12,  habrá  muchas contiendas mediáticas y políticas en el futuro inmediato, mas la tormenta perfecta será la anunciada reforma electoral que, se dice, establecerá las Reglas de la Elección Constitucional Federal del 2024. Debe ser reforma constitucional. Complementariamente, Andrés Manuel López Obrador, desea ubicar al ahora Instituto Nacional Electoral, organismo autónomo, garante de nuestra democracia y estabilidad social, como un órgano dependiente del poder Ejecutivo, como estaba antes en el pasado  con la Comisión Federal Electoral y que desapareció como efecto de la  muy discutible elección constitucional de 1988, hace 34 años.

                Atrajeron mi atención los juicios del ciudadano consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova Vianello, contenidos en entrevista que El Universal, edición del 31 de marzo anterior, publicó. Transcribo algunos de ellos.

                El sistema electoral que tiene México funciona bien. No sólo nos ha permitido gobernabilidad democrática, además es un punto de referencia en el mundo. El año pasado nosotros organizamos la elección más grande y compleja de nuestra historia en un contexto de pandemia y violencia inédita y desde el punto de vista de la organización, es la mejor que hemos tenido.

No es necesaria una reforma y menos si es con intencionalidad y rencor. Que haya a quien no le guste, pues lo entiendo y se vale; siempre es conveniente discutir las reglas, pero hoy, frente a la narrativa que quieren vender de que es indispensable hacer una reforma electoral, lo digo con todas las letras: no es necesaria. ¿Podemos ir a 2024 con las reglas actuales? Sí, sin ningún problema. De 2015 a la fecha, el principal beneficiario de la alternancia producida por este modelo nacional es un partido que se llama Morena.

Es entendible se revisen las reglas del juego, sólo que es necesario advertir el tiempo en el que se hacen. Hoy, no es el mejor momento para cambiar lo que hay; es inconveniente. Pero si se va a hacer, que no se haga con intencionalidad política y mucho menos con el rencor y la animadversión a las reglas vigentes.

Qué bueno que se modifiquen las reglas del juego si se cumplen tres condiciones básicas que yo creo  debe tener una reforma electoral: primero, que sea el fruto de un amplio consenso entre todas las fuerzas; segunda condición, que sea una reforma para mejorar lo que ya tenemos, no para retroceder; tercer gran punto, que sea una reforma que parta de un auténtico diagnóstico de las necesidades y de los problemas que tenemos y no que sea una reforma  como una mera intencionalidad política y mucho menos hecha, digámoslo así, con el rencor y la animadversión con respecto a las reglas del juego que se tienen. Si estas tres reglas se cumplen, bienvenida la reforma.

No sólo no es necesaria, sino que no es el mejor momento para hacerlo; es inconveniente por dos razones: primera, porque desde hace 40 años las reformas electorales siempre las han pedido las oposiciones para resolver algún problema; nunca la había pedido el partido en el gobierno y hoy la está pidiendo el partido en el gobierno y no está claro cuál es el problema que quieran resolver.

Sí hay una molestia de parte de algunos actores políticos, de parte del gobierno, con un sistema electoral que garantiza autonomía y, por lo tanto, la no subordinación de las instituciones electorales. Creo que lo dijo el presidente en Querétaro: que había necesidad de una reforma electoral para tener autoridades verdaderamente independientes y para que no haya fraudes electorales; que ya no voten los muertos. Si hubiera fraudes electorales, y los fraudes en México significan que los gobiernos desde el poder manipulan la decisión ciudadana, no hubiese habido índices de alternancia; ésa es la mejor prueba de que no hay fraude. No, los muertos ya no votan desde hace muchisísimo tiempo gracias al padrón electoral del INE.  Lo que sí tenemos son conductas fraudulentas por parte de algunos actores políticos y en ese sentido, los muertos ya no votan, pero sí firman ejercicios de participación ciudadana, lo cual habla de jugadores que no están dispuestos a jugar conforme a las reglas y eso se llama fraude; no sólo se llama trampa, es un fraude a la ley, pero eso no se resuelve con reformas electorales; eso se resuelve aplicando la ley como lo está haciendo el INE y  evidenciando quién está trampeando las reglas, quién está jugando por fuera de las reglas para tratar de sacar provecho.

Hoy, lamentablemente vivimos tiempos de tramposos, pero eso no se resuelve con reformas electorales; se resuelven con apego a la ley y hacer vigente el principio del Estado de Derecho.

Que se haga una reforma electoral acorde a los intereses de quien está en el poder y eso no es conveniente, porque las elecciones deben ser el mecanismo mediante el cual los ciudadanos con su voto deciden quién los gobierna y eso puede suponer que se mantenga el partido ya en el poder o que eventualmente, si así lo desean los ciudadanos, lo puedan remover.

Llama la atención que ante esa molestia se esté planteando  una refundación del sistema electoral cuando, casualmente, hace tres años se aplaudía por quienes hoy  lo descalifican, la misma integración del Tribunal, cuando revocó, creo entonces, se equivocaron,  aquella decisión en la cual el INE sancionó al partido en el gobierno, por el episodio del fideicomiso para  reconstrucción; el Tribunal Electoral cerró la  investigación, dio carpetazo al tema y revocó la sanción que había impuesto el INE, aduciendo falta de exhaustividad en la investigación.

Se aplaudió al Tribunal y hoy, los mismos descalifican la misma instancia y con la misma integración.

Creo que cada vez hay más elementos para entender que estamos ante una estrategia de descalificación. No quiero pensar que sea o que esté vinculada con la propuesta de reforma electoral que cada vez más se está difundiendo, aunque nadie conoce los términos a que se refiere”.

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