¿y LA IGUALDAD?
Etelberto Cruz Loeza.
Organizada por varios de los llamados colectivos femeninos, el pasado 9 del presente se realizó en el la Ciudad de México marcha con el lema Un Día sin Mujeres, en el marco del Día Internacional de la Mujer y con la intención de mostrar fuerza y exigir el alto a la ola de feminicidios en la cual está inmersa la sociedad nacional.
Debió mostrarse gran participación. No estuvieron ausentes los conatos de violencia y vandalismo, escudados en el anonimato y en secretismo que ofrece las capuchas.
Es indiscutible que las mujeres tienen tuvieron y tienen todo el derecho de manifestarse y demandar su mundo más tranquilo con igualdad y equidad; lamentablemente no faltaron y no podían faltar quienes abusan de sus libertades y derechos y en la bandera de esas libertades y derechos que demandan ocultan frustraciones, amarguras e insatisfacciones.
Curiosidades: la participación de la mujer en la vida de nuestra sociedad es indiscutiblemente protagónica, pero no la única: necesita el otro 50% para ser unidad. La participación de la mujer en los hechos delictivos está aumentando exponencialmente y, es más curioso porque va en contra de la explicable y natural presencia de las mujeres en aulas y espacios profesionales. Finalmente, en los recientes asesinatos de mujeres – y hombres – la participación de la mujer fue determinante: una mujer secuestro a Fátima y, presumiblemente, ella la asesinó; otra mujer, envidió un sombrero de $ 115 pesos e instigó a sus compañeros a secuestrar y asesinar a jóvenes estudiantes de la BUAP. Contra su dueña mostró su coraje, rencor y saña.
Sobre esto de la igualdad y equidad entre los géneros y sexos, tomo algunas ideas de La República Explicada a Mi Hija, de Régis Debray: igualitaria no significa todos en el mismo nivel. Quiere decir sin discriminación a priori. Los alumnos no se clasifican en función del color de su piel, ni por su sexo o por su nivel de su vida (ya sea en un sentido o en otro), sino según sus aptitudes y su trabajo personal. Igualitaria no es igualitarismo. La República reemplaza una fuente de desigualdades por una fuente más equitativa, que es el esfuerzo y el talento. Una sociedad republicana no es una sociedad sin desigualdades, sino una sociedad en donde el rango corresponde al mérito, y no es hereditario. Igual no significa idéntico. Y diferente no siempre significa desigual. Por ejemplo, los hombres y las mujeres no son iguales. Es un asunto de constitución física. Si no hubiese diferencias naturales entre los individuos, no existiría la necesidad de proclamar que son iguales en derechos y dignidades. ¿Dónde quedaría el mérito? la discriminación de las mujeres es una cuestión de historia y no principios. Me parece realmente lamentable e incluso un poco animal que una sociedad efectúe sus elecciones cívicas en función de su biología, donde las mujeres estarían convencidas de votar por mujeres, los negros por los negros… ¿cómo se atreven a decir que los niños nacen libres e iguales? Quizá tengan los mismos derechos, pero no la misma capacidad para ejercerlos. La igualdad de derechos es poca cosa si no hay igualdad para acceder a ellos: Justamente por esta razón, la República debe ser social: para colmar, con medidas expresas, el foso que la economía no cesa de cavar entre sus ciudadanos. Un hombre demasiado pobre no puede ser un ciudadano. Es esclavo de sus necesidades vitales, como un hombre demasiado rico es esclavo de sus superficialidades. para pasar de una igualdad incorpórea de principios a una igualdad real de oportunidades, la República distribuye los recursos comunes. Dará más a quienes tienen menos. De la misma manera, cuando recauda impuestos, toma poco a quienes no tienen mucho, y mucho, a los que tienen grandes cantidades…La República no se implantó para que la gente sea feliz, ni para que todo el mundo se ame. Es solo un acuerdo que nos permite negociar nuestros desacuerdos de la mejor manera posible. O la menos mala. La República es más difícil de mantener que la tiranía, o que su antesala, la demagogia, que marchan solas. Todo incita a relajar la exigencia republicana, y, especialmente, la ilusión de creerla fuera de peligro. No olvides la perspectiva: sin esta línea de fuga cualquier democracia se hunde, se aplasta, se disuelve y queda librada a los alardes de la opinión y del dinero.