SOLO
Etelberto Cruz Loeza
Estoy completamente convencido que el señor Andrés Manuel López Obrador, titular del poder Ejecutivo Federal, fuera de filias y fobias e independientemente de la forma como se constituya, y configure partidistamente, la próxima H. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, y conserve o no MoReNa, la gobernabilidad de ese cuerpo legislativo – la llave del sistema político nacional -, resultante de la elección de julio del 2021, pasará a la historia político-social-electoral, como un transformador, aunque no lo quieran ni Tirios ni Troyanos.
(Sin olvidar que en la historia está registrado que fundó MoReNa, que participó en 3 ocasiones en campañas políticas por la presidencia de la República y que, hasta la tercera, triunfó y que, además, obligó a la alternancia política partidista y no cualquiera lo hace).
Y lo hará por otros 2 hechos no tan simples, pero que ya van siendo comunes: la incorporación a nuestra Constitución Política, de los, ahora derechos constitucionales, de las personas de la Tercera Edad, jóvenes Construyendo el Futuro, las Becas para los Estudiantes y todo el abanico de apoyos para grupos precaristas – que ya es otra clase social -.
La primera implica una revolución en nuestras formas y prácticas políticas y, si, como cascada, se presentara la iniciativa para incorporar a nuestra vida político-electoral la llamada Segunda Vuelta Electoral y se incorporara su aplicación a los gobiernos ejecutivos estatales y municipales, la revolución sería, de hecho, completa para que no se gobierne, nunca más, con minorías, que si bien son formas democráticas, también la Segunda Vuelta es una forma democrática y sería un paso más hacia la eficiencia en el arte de gobernar y hasta una figura laboral porque, si bien el pueblo elige y otorga un contrato por tiempo definido, también, si el pueblo considera, o que se equivocó o que el Ejecutivo no cumple su función constitucional, puede dar por terminado su contrato.
El segundo hecho, sea o no sea una justa retribución social, sí es una forma de respaldar a quienes entregaron su trabajo, esfuerzo y su tiempo, sean o no jubilados o pensionados y/o requieren un estímulo a su esfuerzo por cambiar su horizonte vital y social y, como complemento, reactivar el mercado interno. Con este hecho hace realidad lo que anteriores gobiernos federales emprendieron para estimular a varios grupos sociales pero que, presumiblemente se partidizaron o se enrolaron en el clientelismo político. Así, evoluciona y se transforma su condición para ser derecho constitucional.
En este momento, el presidente de la República está en medio de múltiple vorágine – política, económica y de salud – y es bastante evidente que ni él es el mismo de julio>diciembre de 2018 y los 6 primeros meses de 2019, ni el país y su sociedad son los mismos.
Todo ha cambiado y, siendo el Hombre Más Poderoso del país, a pesar de que, absolutamente, ha concentrado demasiado poder, está solo y es incomprendido.
Luis Spota lo describió magistralmente: “No hay nadie de quien se espere más y a quien se comprenda menos que a un gobernante. Ni los que lo desdeñan, ni los que lo ensalzan, comprenden al gobernante, que no es, no puede ser, no debe, no quiere ser, todo lo malo que creen unos, ni todo lo bueno, que desean otros. La Historia rara vez, ¡jamás!, llega a conocer a los jerarcas en toda su dimensión humana. Gracias a la política tuve amigos, servidores y partidarios…pero me encuentro solo”. (El Tiempo de la Ira).
No hay hombre más incomprendido que el Hombre de Poder. El presidente de la República está en inmejorables escenarios – como Anillo al Dedo -, para cambiar personas en su gabinete. Las circunstancias así lo determinan y si no lo hace, el país y su sociedad podrían írsele de las manos y caer en la vorágine que lo rodea.
Por otro lado, el presidente de la República no debe renunciar: su expresión, “me voy” es indicadora de que es el Solitario del Palacio, pero debe resistir – tener las cualidades de la piedra pómez: porosidad y dureza, como lo recomendó el Dr. José María Luis Mora – y enfrentar esta crisis, estirarse para dar de sí y resolverla.
En caso contrario, metería al país, a sus instituciones, en seria crisis constitucional y social; sería un gran fracaso y entonces, por esa razón, también pasaría a la historia, independientemente del resultado electoral del 2021.